
El pasado 19 de junio tuvo lugar Recursos (entre) Humanos, el evento online por y para profesionales de Recursos Humanos. En él contamos con la ponencia de Lorena Díaz Quijano, profesional con más de 25 años en la industria digital con amplios conocimientos en reskilling y upskilling, digital skills y, en los últimos años, inteligencia artificial.
En este artículo, Lorena hace un debate, casi filosófico, sobre las posibilidades de la inteligencia artificial, pero, sobre todo, de sus limitaciones, ese punto donde la inteligencia artificial no puede llegar, ese punto humano, ese punto emocional. Puedes volver a ver su ponencia «Inteligencia artificial aplicada a Recursos Humanos», aquí.
Inteligencia artificial VS Inteligencia emocional – Lorena Díaz Quijano
Está en nuestras conversaciones, en nuestras búsquedas, en nuestras recomendaciones… y, cada vez más, en nuestras decisiones laborales. Automatizar tareas administrativas o recomendar un plan de formación basado en datos es algo que una herramienta de IA hace con facilidad. Pero… ¿puede esa misma herramienta entender una mirada agotada, anticipar un conflicto no verbal o sentir la tensión en una conversación de pasillo?
El reto no está en la IA, sino en cómo la usamos. No se trata de reemplazar personas, sino de potenciar su valor. Por eso, los profesionales de RRHH deben asumir un nuevo rol: no el de operarios de sistemas automáticos, sino el de guías que deciden cómo y cuándo dejar que la tecnología intervenga… y cuándo no.
La IA ofrece enormes ventajas. Permite automatizar tareas repetitivas, como la validación de documentos o el filtrado de CVs. También ayuda a optimizar procesos complejos: la evaluación de desempeño, la gestión del talento, el proceso de reclutamiento o incluso el análisis de clima laboral. Su capacidad para analizar datos masivos, detectar patrones ocultos y tomar decisiones basadas en datos ha revolucionado el trabajo de los equipos de recursos humanos. La IA ayuda, y mucho. Libera tiempo. Mejora la precisión. Reduce errores. Hace visible lo invisible.
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IA aplicada a RRHH, fidelización del talento, psicología laboral, digitalización y automatización de procesos…
Pero incluso cuando un algoritmo es capaz de predecir rotación o bajo rendimiento, no puede (todavía) interpretar por qué detrás de esas cifras. Puede identificar talento con mayor precisión, pero no puede generar empatía. Y es precisamente esa línea, tan fina como esencial, la que marca la diferencia entre lo eficiente y lo humano.
Cada vez es más común que la IA forme parte activa del proceso de selección. Desde redactar una oferta de empleo hasta cribar candidatos según criterios objetivos. En ese sentido, ya no es exagerado decir que tu nuevo empleo puede depender, en parte, de un modelo de IA. Pero eso no significa que la suerte haya desaparecido del proceso; solo que se ha transformado. IA en la selección: tu nuevo empleo ya no es cuestión de suerte… sino de algoritmos, datos y criterios automatizados.
Esto plantea un nuevo tipo de responsabilidad para los profesionales de RRHH: asegurarse de que esos algoritmos no perpetúen sesgos, que la automatización no deshumanice la experiencia, y que las decisiones sigan teniendo un componente ético. Porque detrás de cada currículum hay una historia que ningún sistema puede captar del todo.
La inteligencia artificial en Recursos Humanos abre un nuevo paradigma. Uno donde lo tecnológico y lo emocional deben aprender a convivir. Donde no se trata de elegir entre IA o personas, sino de encontrar el punto de equilibrio que nos permita crecer sin deshumanizarnos. Porque el verdadero éxito de la IA en la gestión del talento no será cuántas tareas puede automatizar, sino cuántas personas puede ayudar a florecer.
Y para que eso ocurra, hay que recordar que muchas de las funciones esenciales en RRHH no se miden en métricas. Se sienten. La experiencia de los empleados, el bienestar emocional, la pertenencia, el compromiso… son dimensiones que ninguna plataforma de IA puede captar del todo. Al menos no todavía.
Aun así, sería ingenuo ignorar los avances. Empresas que ya implementan IA en sus procesos hablan de mejoras significativas: reducción de tiempos, incremento en la calidad de los procesos de selección, mayor coherencia en la toma de decisiones. Y no es poca cosa. Cuando la IA se usa con sentido, puede mejorar vidas. Puede eliminar sesgos, facilitar oportunidades, acompañar trayectorias.
La inteligencia artificial está transformando los Recursos Humanos. Pero la inteligencia emocional sigue siendo irremplazable.
El debate entonces no es técnico. Es moral. ¿Queremos dejar en manos de sistemas automáticos las decisiones que afectan a personas? o ¿queremos utilizar esas tecnologías para liberar a las personas y que puedan hacer mejor lo que solo ellas pueden hacer: acompañar, escuchar… conectar.
Porque, a medida que la IA avanza, también se hace más clara una idea: la tecnología no es un fin en sí mismo, sino un medio. Un medio para mejorar el trabajo, para liberar carga operativa, para permitir que el equipo de RRHH vuelva al centro: a las personas.
Las tendencias de la IA nos muestran un camino hacia procesos más eficientes, más personalizados, más rápidos. Pero no nos dicen cómo garantizar que esos procesos sigan siendo justos, inclusivos, éticos. Eso depende de nosotros. De los que diseñan, validan, usan y supervisan cada herramienta de IA.
Por eso, el papel de los responsables de RRHH hoy es doble. Por un lado, deben liderar la incorporación de la IA aplicada a sus procesos, evaluando sus beneficios, su escalabilidad, su impacto. Y por otro, deben proteger lo esencial: que ninguna tecnología desplace la empatía, la escucha activa, el criterio humano.
Es en esa doble mirada donde se encuentra la madurez tecnológica. No en cuántas soluciones de IA se integran, sino en cómo se gestionan. No en cuántos datos se procesan, sino en cómo la IA contribuye a construir entornos más humanos.
A veces parece que la IA lo puede todo. Que puede analizar mejor, puede gestionar más rápido, puede optimizar lo que parecía inmejorable. Pero lo cierto es que la IA ofrece solo una parte del todo. La otra sigue en manos humanas. Y debe seguir ahí.
Porque hay cosas que no se pueden programar: la intuición, la sensibilidad, la compasión. Y por eso, aunque todas las herramientas de RRHH fueran automatizadas, siempre necesitaremos a alguien que mire más allá de los datos y vea a la persona que hay detrás.
La inteligencia artificial y Recursos Humanos no son mundos opuestos. Son mundos en diálogo. Uno basado en lógicas, otro en emociones. Uno basado en patrones, otro en historias. Uno necesita del otro para no volverse ciego ni frío.
El futuro – ya presente – nos pide integrar ambos mundos. La IA en Recursos Humanos debe ser una aliada, no una sustituta. Y el verdadero liderazgo en este campo será de quienes sepan equilibrar el poder del dato con la sabiduría del corazón.
El valor de RRHH nunca estuvo en el control, sino en el cuidado. Y si dejamos que la IA automatice tareas, que optimice lo operativo, que analice datos complejos, podremos volver a ese lugar: el de cuidar, acompañar, hacer crecer.
Porque el trabajo cambia. Pero el sentido del trabajo sigue siendo el mismo: construir espacios donde las personas puedan desarrollarse, sentirse vistas, valoradas y escuchadas.
Y para eso, sí: la IA puede ayudar. Pero no puede sustituirnos.
Ni debe.
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